El triste pero esperado final del Atlantic Holding se hará oficial hoy. El patrocinador sigue sin pagar y no hay garantía de que pueda hacerlo en las próximas horas, por lo que a lo largo del día el club notificará a la Federación su decisión de abandonar la competición. «No tiene sentido alargar más la agonía en base a promesas que nunca se cumplen», asegura el presidente, Javier Medina.
Se pondrá así punto y final a un ambicioso proyecto que no ha cumplido ni medio año de vida, pero que en este breve periodo de tiempo ha protagonizado decenas de capítulos que rozan el esperpento.
La inviabilidad económica ha empujado a tomar la decisión de abandonar, pero a estas alturas, la situación deportiva tampoco dejaba ya mucho margen de maniobra después de que ayer otras dos jugadoras, Sheila D´amaro y Gracieli Do Monte, pidieran la carta de libertad.
Con solo tres profesionales disponibles, la única solución de emergencia pasaba por tirar de la cantera, algo a lo que Medina no está dispuesto. «No podemos hacer el ridículo y adulterar la competición. Es el momento de tirar la toalla», reitera el presidente.
La renuncia conllevará una sanción de 15.000 euros y dos años sin competir, aunque en principio la misma no afectará a las categorías inferiores, uno de los aspectos que más preocupa a la entidad.
La historia del Atlantic Holding es la crónica de una muerte anunciada. La sombra de la duda que generó el proyecto desde su presentación, se ha quedado corta para explicar lo sucedido. La grandilocuencia de los discursos ha chocado desde el inicio con la falta de una garantía presupuestaria que los avalara.
Desde septiembre (el único mes que jugadoras y cuerpo técnico han cobrado al completo), el tema financiero ha eclipsado al deportivo, dando paso a una lista interminable de plazos y promesas incumplidas.
Pese a la falta de liquidez, con la competición iniciada se fichó a Irene Cámara, y con la crisis institucional ya desatada, se cesó al entrenador y se recurrió a Pedro Lanero como tabla de salvación. En la presentación del nuevo técnico, aún se hablaba de las opciones de luchar por el título y de conformar un proyecto a largo plazo aunque por entonces el club arrastraba ya una deuda con la plantilla.
El parón navideño marcó el punto de inflexión. Cansadas de esperar un dinero que nunca llega, las jugadoras empezaron a pedir la carta de libertad. Las maniobras de última hora, buscando un nuevo patrocinador de forma desesperada y aplazando partidos, no han dado resultado.
Sin dinero, sin entrenador y sin jugadoras, el club se ha visto obligado a decir adiós y poner fin a una corta pero intensa etapa en Superliga.
Diario de Burgos